¿Leer en el subte? Prefiero la interacción por 20 minutos con extraños cercanos, miradas observadoras y ruidos molestos. Ni siquiera puedo concentrarme en esta escritura y cuando lo hago, la mujer de gran trasero me pide permiso y su nalga izquierda invade el espacio que necesito para escribir. La gente sigue subiéndose a este viaje subterráneo, mirándose y reconociéndose incontables veces en la misma situación. Dicen que siempre es diferente, aunque los personajes se repitan casi en el mismo orden: que el destornillador, que la estampita, que suena la música, que piden aplausos. Los rostros con la mirada como de otra parte, impávidos. Circulan, se paran, caminan, se sientan, se bajan, se suben. Mi vecina de asiento acaba de liberarme. Tengo la certeza que otra será su víctima, en un vagón futuro. Caras de nada. Miles de historias confluyen ¿casualmente? a cada instante. Hay quienes no se enteran, absortos en algún texto misterioso. La noticia del día, ¿cambia algo?